"No quiero que mi teatro sea banal"

Entrevista para "La Voz Joven."

"Rats, casi un musical"

Ganadora del Florencio Sanchez al mejor musical, 2014.

"El Mate", en el Teatro La Comedia

Obra nominada en los ACE y ganador de un ATINA. La música fue compuesta por Carlos Gianni.

"Azulejos Amarillos"

De Ricardo Dubatti, dirigida por Sebastián Kirszner en el 2013.

Sebastián es director artístico de "(La Pausa) Teatral"

Realiza talleres de montaje y talleres de actuación.

viernes, 25 de octubre de 2013

Crítica a "Azulejos Amarillos", por Elis Danoviz

La materialización del eterno retorno


Nada me resulta más emocionante que entrar en una sala de teatro, ver que los actores ya están en escena y reciban al público en plena acción. Esto me hace pensar que el comienzo de la pieza teatral tuvo lugar antes que entremos y me hace intuir que no terminará cuando nos vayamos.
Así se inicia Azulejos amarillos, recibiendo al espectador con tanta carga de gestos como de sorpresa. ¿Qué hacen dos músicos (vestidos como si hubieran quedado varados en el teatro isabelino) dentro del baño de un teatro contemporáneo rodeado de carteles luminosos que anuncian otras piezas, de un Shakespeare boquiabierto, un inodoro, un mingitorio y un cartel que indica que allí se hace Teatro joven?
Para empezar a desmenuzar esta pieza, es preciso advertir que aquí no hay lugar para el realismo, sino más bien, una mezcla de absurdo y comicidad constante que discurre acerca de la metateatralidad en el encierro de un toliette al que sus dos protagonistas, los plomeros Pepe (Dionisio Javier Pastor) yPridamante (Augusto Ghirardelli), pretenden reparar. Sin embargo,  paradójicamente, este espacio y este modo de llevar a cabo una puesta en escena serán solo una apoyatura para disertar sobre la vida, el arte y, me atrevo a decir, la locura, de forma literal y metafórica.
Este sitio atípico permite a los personajes compartir sus deseos, sus frustraciones, invadir sus recuerdos más reprimidos y volver sobre sus pasos para desentrañar el eterno dilema entre el artista amateur y el artista de oficio, la pasión por la poesía, la música y el afán de convertir un sonido en algo mágico, eterno y duradero. Probablemente, sea esta música y este sonido la pulsión vital que todos, personajes, actores y espectadores, llevamos dentro y somos capaces de defender por más absurda que parezca ante la mirada del otro.
En esta puesta, la intervención del director Sebastián Kirzsner, sobre el texto dramático escrito por Ricardo Dubatti, hace de este encuentro entre ambos una explosión de imágenes, recursos y signos teatrales. El texto espectacular da un giro totalmente sorpresivo al sumar sobre el escenario la presencia musical deMúsico 2 (Daniel Ibarra) y Músico 2 bis (Eduardo Lázaro). Ellos, a medida que la acción va avanzando, desenvuelven su repertorio de forma lenta pero efectiva, valiéndose de gestos tan potentes y comunicantes que por momentos, pueden darse el lujo de carecer de la palabra. Asimismo, esta participación se complementa con aquello que los protagonistas explican, de modo especular en ciertas situaciones, representando las anécdotas narradas y yendo un poco más allá, dando un desenlace alternativo –o no tanto–  a los recuerdos de Pridamante. En esta puesta son las formas de representar la acción teatral las que subrayan el juego escénico: a través del silencio, del gesto, de la música, de la repetición y del flashback. A su vez, se hace uso de múltiples recursos para significar lo mismo, lo que implica que cada actor pueda exponer su versatilidad en el escenario desde la metateatralidad, para luego poner la mirada sobre la demencia hacia la cual puede conducirse un ser humano en pos de perseguir una y otra vez, como en un loop eterno, sus propios anhelos.

Esta reunión casual del oficio con el arte probablemente sea una excusa para recorrer en un diálogo beckettiano, que gira en forma de espiral sobre todo y nada a la vez, el rol del arte en la vida cotidiana. Posiblemente muchos mensajes enunciados aquí queden resonando en la mente del espectador (como queda en el recuerdo de Pridamante, el sonido de los azulejos al romperse) una vez que concluya la función, si es que concluye alguna vez o sigue girando en ese eterno retorno del deseo humano, tanto dentro como fuera de escena. O, simplemente, se olvide todo lo anterior y se vuelva a empezar.

Crítica a "Azulejos Amarillos", por Sabrina Haimovich


Azulejos amarillos

Por Sabrina Haimovich

El arte está en el escenario; los actores, sobre las tablas, y los espectadores, en las butacas. ¿Qué pasa si corremos la mirada y nos desplazamos al baño de un teatro? En ese espacio donde se cruzan las personas, donde salen de sus roles preestablecidos, puede surgir algo nuevo. Esta es la propuesta de Azulejos amarillos, escrita por Ricardo Dubatti y dirigida por Sebastián Kirszner.

Se trata de una obra cómica y absurda que parte del encuentro de dos albañiles (Pepe y Pridamante) y dos músicos (Músico 2 y Músico 2 bis) en el baño de un teatro. Los primeros van a hacer unas reparaciones y los segundos están ensayando, pero ni los unos ni los otros pueden cumplir con sus tareas. Mientras que el ensayo se ve interrumpido por las reparaciones, el arreglo estipulado nunca llega porque los albañiles se ven seducidos por las melodías. Es un encuentro entre lo sublime del arte y lo cotidiano de los oficios. El poema del bidet que Pepe tenía guardado en el inodoro y el concierto de gotas de un techo mal arreglado, que lo traumó a tal punto de no poder tener encuentros amorosos los días de lluvia, para citar algunas de las situaciones que rompen la división tajante entre dos mundos que se suponen alejados.

El título de la obra remite a la historia de Pridamante, que lleva en su caja de herramientas un azulejo amarillo brillante, hermoso. El clímax se produce cuando los personajes disputan para ver este objeto misterioso, que termina develándose como común y corriente.

La pieza evoluciona desde un aparente realismo hacia planos más oníricos e inconscientes. Los personajes reviven historias traumáticas, se teletransportan a una sesión analítica e, incluso, dudan de su existencia real y, por momentos, toman conciencia de que son personajes de una obra. Azulejos amarillos puede ser entendida como una metáfora del proceso creativo. Los personajes pasan por la idealización que impide ponerse a trabajar, la frustración que implica no seguir el propio deseo, los primeros intentos de mostrarse como artistas y, finalmente, la toma de conciencia de que, mientras buscaban ser artistas, ya lo eran.

Jueves 21 hs. en El Camarín de las Musas. M. Bravo 960.