martes, 7 de agosto de 2012

La voz joven, Por Charly Zarate

Entrevista a Sebastián Kirszner: “No quiero que mi teatro sea banal”


Elegir un lugar en el mundo puede llevar años o quizás toda una vida. En el caso del dramaturgo y director de teatro Sebastián Kirszner, esta búsqueda tropezó con un iceberg pero no naufragó. Le restaban pocas materias para obtener su título de médico cuando decidió no dilatarlo más y embarcarse hacia otros mares. Se le enciende la verde mirada cuando expresa entusiasmado "pensar y hacer teatro desde que me levanto hasta que me acuesto me llena de plenitud".

Sebastián Kirszner acaba de estrenar "El casting", su segunda obra como director y la quinta como dramaturgo. Anteriormente pudimos disfrutar de "La beca", un trabajo en el cual realizó una exhaustiva focalización en el cuerpo y la composición de personajes con singulares antagonismos dentro del mismo tiempo escénico. Ahora con “El casting” nos invita de lleno a que buceemos en las profundidades de su dramaturgia a través de un texto que indaga en un momento clave para la vida de los actores.

Si bien el tono que resuena es del humor absurdo, subyace un interlineado dramático acentuando en lo miserable que puede transformarse el instante en que una persona debe ponerse a merced de ese otro tristemente necesario para lograr concretar sus sueños. El actor se torna el ser más vulnerable, ya no es más dueño de su cuerpo sino un instrumento que se enfrenta al crucial destino de poder ser parte de la orquesta o quedar callado para siempre.

CZ: ¿Cuál fue tu vislumbramiento  iniciático con el teatro?

SK: Empecé estudiando comedia musical en la escuela de Hugo Midón, y cuando vi “Derechos torcidos” me fascino ese color y esa mágica arriba del escenario, fue allí cuando me dije “yo quiero hacer eso”. Así se empezó a construir primero la idea de actuar, luego de escribir y más cercano en el tiempo dirigiendo ya mis primeras dos obras.

CZ: ¿Te arrepentiste en algún momento el haber dejado la carrera de médico?

SK: Mira, lo que hago me apasiona profundamente y me enamora. Si bien todavía estoy buscando mi identidad, recién tengo 26 años, pero actualizó todos los días mi decisión de haber elegido dedicarme de lleno al teatro. En esta sociedad burguesa capitalista nos obligan a vivir de algo y yo lucho por vivir del teatro, con todo lo que eso significa.

CZ: ¿Sentís que lo estas profesionalizando entonces?

SK: De alguna manera ya estoy en esa etapa, esta es mi segunda obra como director y como dramaturgo es la quinta… ¿pero que sería “profesionalizando”?

CZ: No tomar el “hacer teatro” como un pasatiempo o un hobby. Vos dejaste una profesión para dedicarte a esto, bien, ahora hay que sobrevivir también en esta “sociedad capitalista”, como planteabas anteriormente…

SK: Hobby es algo part time, una distracción burguesa. Para mi el teatro es mi realidad social y espiritual desde que me levanto hasta que me acuesto, pienso en teatro y es un paradigma que me atraviesa.

CZ: ¿Quiénes te formaron?

SK: Pase por varios maestros además de Hugo Midon, con Daniel Dagna, Silvia Kanter, Roxana Berco, con Guillermo Cacacce estoy aún entrenando y además hice con él un taller de dirección y puesta en escena. Guillermo me mostró una forma de teatro que me atrapó muchísimo que es un teatro combinante de imágenes, un teatro de presencia y fundamentalmente un teatro de actores. Desde allí parte mi búsqueda hacia un lenguaje propio.

CZ: Eso se percibió en “La beca”, donde lo discursivo estaba al servicio de los cuerpos en estado de ebullición escénica…

SK: Creo que eso es el teatro, la palabra como un medio para el fin que son los cuerpos en el escenario. La palabra es un elemento más como la luz o la puesta en escena misma, pero la esencia esta en los cuerpos. Y esa fue la hipótesis de “La beca”, partir de lo corporal para ver que sucedía con una historia muy simple.

CZ: ¿Cómo lo arrancaste ese proyecto?

SK: Lo hice autogestoramente como todo lo que hago, no espero a que me convoquen. Me pongo la producción al hombro, y esas ganas que tengo de hacer me llevan a eso: hacer. Es el desafío diario.

CZ: Y tras ese desafío superado llega “El casting” en cuya dramaturgia se nota un gran crecimiento como autor. ¿Cuándo la escribiste?

SK: Esta obra surgió hace unos años en un taller de dramaturgia que realicé en Argentores con Ricardo Halac, quien de alguna manera me planto los pilares de la dramaturgia aunque con muchos dogmatismos de los cuales intente alejarme y hoy estoy más cerca de la línea de Guillermo Cacacce.

CZ: ¿Cómo está planteada la trama de la obra?

SK: Es la historia de un actor de unos cincuenta años a quien no le fue bien “capitalistamente” hablando, un día le va a tocar timbre a un ex compañero de elenco de sus comienzo, quien hoy sería un Adrián Suar, para pedirle trabajo y absurdamente termina realizando un casting en la vereda de su casa. Los separa una gran puerta y una cámara de seguridad, y en ese lugar se desarrolla toda la obra. Aparece una actriz que andaba de “casualidad” por allí y un enigmático jardinero, completando la puesta en escena de los tres personajes.

CZ: Te metiste con un tema muy interesante para indagar sobre un momento crítico para la vida de cualquier actor. ¿Cuál es tu reflexión acerca de los casting?

SK: Observo que hay una cierta cosificación en el espacio de casting donde el actor pasa a ser un objeto. Y lo que intento es llevar un espacio de casting al teatro no sólo para mostrar lo cruel que puede llegar a ser ese momento en la vida del actor sino para contar también otras cosas de su realidad. En cierta manera, el casting resulta una excusa para indagar otras miserias internas que transita el artista. Porque además de focalizarme en los cuerpos y en lo que les sucede en escena, también me interesa cuestionar y opinar sobre diferentes problemáticas que traspasan la realidad del artista. No quiero que mi teatro sea banal.

CZ: ¿Estas escribiendo algo en este momento?

SK: Siempre estoy escribiendo, pero ahora estoy focalizado en la obra y además entrenando como actor, este año sigo con Guillermo Cacace. Me interesa mucho este entrenamiento para llevarlo hacia mi dirección, porque hay algo de ese estar en escena que no puede ser encerrado por ninguna palabra y si no lo vivís es muy difícil que puedas llevarlo al cuerpo dirigiendo. Cosas tan simples como estar sentado en el escenario y respirar a tu compañero.

CZ: Transitarlo y capitalizarlo, potencia tu ser director…

SK: Seguro, y además es de un enorme placer entonces porqué no hacerlo.

CZ: ¿Tenes referentes contemporáneos?

SK: Me interesa mucho Ricardo Bartis en lo que es dirección y lenguaje teatral; me atrapa la dramaturgia de Mauricio Kartún, de echo este año voy a estar formándome con él, y junto a Guillermo Cacace son mis tres pilares en el teatro. Después están los maestro de la vida que siempre me inspiran como Harold Pinter y Samuel Beckett, porque a mi me interesa trabajar mucho sobre el absurdo que tiene niveles de apertura donde es difícil anclar sentidos a lo que sucede.

CZ: ¿Qué es el teatro para vos?

SK: Una manera de rescatarme de esta sociedad que te consume la cabeza. El teatro me obliga a estar atento y en alerta a todo ese nivel de reproducción que me rodea, a esa “matrix” que es el lenguaje; y laburar sobre eso hermoso aunque también muy angustiante.  Siempre me comparo con un personaje de una obra de Tennessee Williams en “El zoo de cristal” que  trabajaba en una zapatería y se encerraba en un baño a escribir teatro, decía que tenía como un fuego adentro; a mí me pasaba eso cuando estudiaba medicina y muchas veces me iba a la última butaca de la clase, me colocaba los auriculares y me ponía a escribir. Hoy me levanto cada día con ganas de hacer esto y es una de las certezas que tengo en la vida.

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