Ahí, un actor haciendo y tolerando por demás para alcanzar lo que desea: actuar. O, mejor dicho, trabajar como actor, que no es lo mismo. Entre él y su deseo, el casting, esa instancia espantosa en la que un artista expone ante alguien- que de suyo está en un lugar de superioridad- sus cualidades con el fin de obtener un rol. El espacio parece raro, al igual que el tiempo, pero lo relamente raro es el casting en sí mismo. Raro por no decir horrendo, desmedido, por momentos rayando en lo humillante.
Sin embargo, El Casitng, éste, la obra, es un paseo inteligente por la vida de un actor. Un paseo de una hora, breve pero completísimo. Sin idealismos ni autocompasiones. Y está sostenido en el oficio que despliega Luciano Cazaux para componer a ese actor creíble y querible. Uno de esos pequeños trabajos que se destacan por su solidez.
Lucho Bordegaray.
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