martes, 7 de agosto de 2012

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El actor es una persona que interpreta un papel en el teatro, la televisión, la radio y el cine; y, también, en ésta oportunidad, delante de la cámara de seguridad de un edificio en donde trabaja un eximio productor…
 El Casting, un desafío actoral.
 La mente en su estado consciente se encuentra atenta para representar el papel que le solicitan, y, mientras que el pre-consciente se prepara para la aceptación o el rechazo, el inconsciente reprimido saca a la luz todas las emociones contenidas.
El joven autor y director Sebastián Kirszner, se propone hacer frente a una práctica cotidiana, como es el casting en el mundo artístico, poniéndolo como “figura” de la noche para sacarlo del “fondo” en donde está inmerso a través de la naturalización, que da por sentada que así se “debe hacer”, para elegir a un personaje.
Los actores, en su afán por trabajar quedan expuestos a un juego en donde los que tiene el “poder” de decidir son los artífices de sus destinos.
 “El Casting-Un actor fuera de cuadro-”, comienza como una comedia. José María (Luciano Cazaux), es un actor que busca empleo y hace cualquier cosa para conseguirlo, como por ejemplo ir a tocarle el timbre a un antiguo amigo que ahora es un famoso hombre del espectáculo y estar ahí, hablando con un pequeño aparato tratando de llegar a él, para convencerlo y que lo tome.
Al mismo tiempo, nos encontramos en escena a un músico (Daniel Gamal Hamed) que lo acompaña en silencio tocando sus instrumentos en vivo, dándole un encuadre muy agradable a la puesta, acentuado por su gran comunicación gestual, que lo distingue.
También, aparece Julia (Alejandra Marina Álvarez) una actriz que no trabaja como tal y que perturba al interesado, hasta el punto de quitarle el puesto.
Aparentemente, parece que todo gira en torno a un tema simple y a la gracia de éstas tres personas, pero la trama, es mucho más profunda y dramática, y al final de la obra ocurre algo impensado.
 Indudablemente, Luciano Cazaux, demuestra su amplia experiencia sobre las tablas, así como Alejandra Marina Álvarez, que se destaca por histrionismo y sus dotes actorales.
Muy buena la puesta en escena, ya que el portón que tiene como escenografía (Lola Gullo) manifiesta la distancia que existe entre el demandante y el demandado, otorgándole una coherencia total a la historia.
 Recomendada por ser una propuesta diferente e interesante, en donde la realidad y la ficción se confunden, dejándonos el desafío de pensar y analizar sobre lo visto.

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