viernes, 20 de septiembre de 2013

Insospechadas derivaciones poéticas del arreglo de un baño. TIEMPO ARGENTINO.

Por Laura Rauch.

Dos albañiles encargados de una reparación y dos músicos confluyen en el baño de un teatro. Presidido por el inodoro y sonorizado por las cañerías, ese espacio se transforma en escenario de situaciones absurdas y de autorreflexión teatral. 


En el campo actual del teatro, la generación de los jóvenes nacidos a partir de 1980 compone lo que denomina Sub 30 teatral. Dentro de este grupo se sitúan el dramaturgo e investigador Ricardo Dubatti y el actor y director Sebastián Kirszner, que componen Azulejos Amarillos, obra que refleja sus investigaciones y búsquedas de nuevos lenguajes para la escena actual porteña. Dicha obra, que se presenta en El Camarín de las Musas (Mario Bravo 960, los jueves a las 21) aborda la metateatralidad desde reflexiones acerca del artista y las íntimas relaciones que se establecen con los espectadores, apelando en su concepción a elementos de las poéticas beckettiana y shakespeariana. Con los actores Augusto Ghirardelli, Daniel Ibarra, Eduardo Lázaro y Dionisio Javier Pastor, el director musical Gamal Hamed, la escenógrafa y vestuarista Lola Gullo, quien comparte la asistencia de dirección con Victoria Arrabaça, este joven grupo construye y plasma en escena una obra particularmente "llena de teatro".
–¿Cuál es la génesis de la obra dramática?
Ricardo Dubatti: –Mi punto de partida fueron las experiencias traumáticas que viví en la reparación del baño de mi casa. Tuve un desfile de toda clase de plomeros y albañiles durante más o menos un mes y medio. Ahí empezó a aparecer lo que a mí me gusta llamar el "síndrome de la refacción del hogar", ese momento en que uno está en la mitad de la reparación y no se puede volver atrás pero tampoco parece que uno vaya a llegar al fin del asunto jamás. Una de las cosas más impactantes fue el momento en el cual uno de los albañiles abre la puerta del baño y aparece con el inodoro en los brazos, lo deja en el living, vuelve al baño y cierra la puerta. Quedar a solas con el inodoro en el medio del living mientras yo estaba tratando de trabajar fue la mejor expresión del mito de Sísifo de Camus jamás habida. Fue el sentimiento de absurdo en su máxima expresión, entonces dije "esto tiene que estar en la obra". Me pasó también algo que aparece en la obra y que es la canción que surge a partir de la lluvia: se llovió el techo de mi casa y puse uno cacharros. Estaba desesperado cuando empezó a sonar una musiquita muy linda. Sonaba realmente musical, tenía ritmos muy nítidos. Esas son algunas de las cositas que s confluyeron en la desesperación que sentí con los albañiles. A partir de ese material escribí la obra, la publiqué (Pájaro Tiresias y otras obras, Santiago Arcos Editor) y un cierto tiempo después, surgió la posibilidad de hacer una antología para Interzona que hizo que Sebastián. Comenzamos a ponernos en contacto y así arrancó la unión.
–¿Cómo llegás a la representación a partir del texto?
Sebastián Kirszner: –Antes de cualquier elección de texto o de material, hay una elección de búsqueda de lenguaje, cierta preocupación por esa cuestiones en términos teatrales. Y bueno, leí esta obra y me convocaron sus temáticas. En realidad no se qué exactamente, pero hubo algo que me atrapó. Venía dirigiendo obras mías y tenía muchas ganas de dirigir un texto de otro y apareció esta posibilidad. Además, Ricardo me dijo "elegí la que quieras".
RD: –Y también te dije "hacé lo que quieras".
SK: –Creo que lo que más me convocó de la obra es el personaje de Pepe (interpretado por Dionisio Javier Pastor) que habla de la vocación frustrada, había algo que temáticamente me convocaba. Y ahí comenzó el proceso de puesta. Convoqué a dos músicos que no estaban en la dramaturgia. Porque en el texto la acción se da en un baño y como también dentro de esta exploración hay ciertas cuestiones del mundo del actor que me interesa narrar y sobre las que me interesa opinar, se me ocurrió que el baño podría ser el de un teatro. Y como me interesa mucho la música en escena (es algo muy presente en mis puestas) aparecieron estos dos músicos de una obra de teatro que están ensayando en este baño. Ahí surgía el primer desafío, la incorporación de dos personajes que no tenían dramaturgia desde la textualidad que proponía Ricardo, entonces había que construir un relato que conviviera con el que venía por otro lado. En ese sentido, la tarea fue muy placentera porque el texto es muy poético y propone mucha condensación, una multiplicidad de caminos que se pueden tomar. Estos dos personajes que no están en la dramaturgia y cuatro actores muy lúdicos, proponían y abrían la posibilidad de una búsqueda muy tonal que convivía con ese texto tan poético. Ese fue el punto de partida: encontrar una singularidad en el espacio. Ya teníamos el texto que venía dado por el libro y estos actores brillantes.
–¿Cómo manejan las menciones metateatrales en la obra? Porque, por ejemplo, hay chistes que hacen referencia a algunos integrantes del equipo.
SK: –Se multiplica. En ese sentido hay un referencia a Dioniso, el dios griego, en juego con el nombre del actor, y otra a la escenógrafa y vestuarista Lola Gullo. Hay una búsqueda muy marcada de la metateatralidad. Porque la convención que armamos fue que los personajes de los albañiles no tienen conciencia de que son parte de un relato pero los músicos sí, son actores que están haciendo Azulejos Amarillos. A la vez hay detrás algunos cuadros con las diferentes marquesinas. Conviven diferentes conciencias en relación al relato y ese es otro de los pisos donde se sostiene la puesta.
RD: –Y eso también estaba en obras anteriores tuyas como Las memorias de Blanch, donde se trataba mucho a la situación de ruptura.
–¿Y cómo releíste las cuestiones beckettianas del texto?
SK: –En principio me divertían mucho. Yo estudié con Guillermo Cacace, con quien se ven mucho este tipo de textualidades. Me gusta probar la apertura, recurrir a estas palabras que proponen estados. Creo que había algo que implicaba cierto riesgo en escena y allí se multiplicaba. Es por eso que hablamos de un teatro de estados con Ricardo, de climas que se perciben y eso es lo que hoy los chicos logran plasmar en el escenario. 
RD: –En mi caso, yo entré al teatro de estados por Pavlovsky, y el entró más por el lado de Bartís, que a mí me parece fascinante. Y es un encuentro súper interesante, además el entra por la dirección y yo por la dramaturgia.
SK: –Además el paradigma de Bartís es la dirección y el de Pavlovsky es la dramaturgia.
RD: –Claro, de golpe nos dimos cuenta de que nos interesaban cosas en común.
SK: –Es formar un buen equipo, sin narcisismos. Me siento muy bien dirigiendo su texto, porque es su poética, multiplicada por la mía.
RD: –Sí, eso absolutamente, son poéticas abiertas al diálogo. Me gusta mucho la posibilidad de ver en la puesta cosas que a mí no se me ocurrieron. No se me ocurrió que sacaran los papeles del inodoro, y cuando lo vi en escena pensé, ¿cómo no se me ocurrió eso?
SK: –Creo que tenemos que hablar de "obra", no de dramaturgia y dirección, porque cada uno desde su lugar va completando, como un equipo de fútbol, somos un Barcelona, te diría (risas). Creo que la dramaturgia te da un punto de partida y el director resignifica lo que da el actor. Recibe lo que el actor da para que siga creciendo, pero en definitiva el que poetiza es el actor.
RD: –Sin duda, es quien pone el cuerpo, enfrenta todo el tiempo el abismo. Parafraseando a Cacace, es el que tiene que estar ahí para que se produzca el convivio. «

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