domingo, 2 de marzo de 2014

Noche de terror en Florianópolis

SUPLEMENTOS 

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Noche de terror en Florianópolis

Por Sebastián Kirszner, director de teatro.
02/03/14
Pocas veces sentí un “miedo de película”. Y mucho menos en un lugar supuestamente feliz: esto pasó en Florianópolis, nombre que uno rápidamente asocia a “praias” con vendedores ambulantes y familias sonrientes. Fuimos con mi novia a un complejo familiar en una playa de Cachoeira, y como lo habitual allí eran las cabañas familiares, las parejas íbamos a un departamento en una torre. Nos tocó el de arriba: tres pisos sin ascensor. Esa noche llovía a cántaros. La lluvia rebotaba sobre el techo, que parecía a punto de venirse abajo. Un súper trueno nos hizo abrir los ojos de golpe y mirarnos con asombro... Y entonces mi novia me dijo: “La luz del pasillo está encendida”. Sí, estaba. ¡Y era de esas luces que se encienden con movimiento! Se apagaba, y al ratito… volvía a encenderse. “Hay alguien afuera, ¿será algún animal?”, dije, como para decir algo. La secuencia se repitió varias veces, y empezamos a asustarnos. Llovía como si fuera la última vez. Estábamos en un tercer piso, lejos de todo y de todos: ¡si es un asesino serial, no tenemos adónde ir! Probé con un “¿Hola?”... nada. Espejito por debajo de la puerta... nada. Llamé a recepción: nadie atendía. ¡Estábamos en el horno! ¿Apareceríamos en Policiales del diario al día siguiente? Nos entregamos al sueño y, todavía no entiendo bien cómo, nos dormimos. A la mañana, brillaba el sol.

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