martes, 2 de agosto de 2016

Entrevista para Leedor.com

“Entiendo la actuación como una partitura rítmica de cuerpos”, Sebastián Kirszner

Sebastián Kirszner es el autor y director de El Ciclo Mendelbaum, una divertida comedia familiar atravesada por los ciclos económicos y los momentos políticos del país.
Todos los viernes y los sábados se puede ver la obra en el teatro (La Pausa) Teatral que dirige el mismo Sebastián, lo que genera una dinámica diferente ya desde los ensayos. De esta dinámica y de la obra en general, nos habla en esta charla con Leedor.
Sebastián Kirszner 2 Foto Daniela Potente
¿Qué significa esto de la inclusión del espacio como herramienta generadora de relato en El Ciclo Mendelbaum?
Ensayar en el mismo lugar donde se hacen las funciones tiene varias ventajas. Por un lado, la obvia de no tener horarios atravesados por lo contractual o la agenda de otros grupos. El sentimiento de pertenencia del grupo a la sala, genera la posibilidad de investigar sobre el espacio y sus posibilidades como patas de un relato que se va armando desde lo formal (la puesta en escena), pero también desde lo vincular: el grupo mitologiza al espacio, le da una ideología, lo carga de discurso. La sala, el proyecto, van hacia un mismo rumbo. En general los elencos tienen pocos ensayos como parte del arreglo con la sala, menos son las posibilidades de usar la parrilla de luces durante los ensayos; menos aún, perforar las paredes de la sala, agujerear, pintar y arreglar el espacio escénico en relación a la puesta de escena. En (La Pausa) Teatral sucedió eso, dándole el carácter singular a este proceso, ya que fue el primero que encaro desde cero en mi propia sala.
¿Cómo se conjugan la idea de ciclo como algo terminado con la idea de historia familiar como algo que se continúa?
Lo cíclico como idea cerrada pasa de generación en generación desde lo sintomático hasta lo conductual. Se aborda en el relato el paso generacional de posiciones frente a la vida, hasta frases que se repiten. Incluso cuando aparece un personaje que intenta desatar este nudo (El toro), la misma voluntad cíclica no se lo permite, y muere hamletianamente: “Muerte al animal, muerte al marginal”, cantan los personajes en el cierre de la obra. Hay un cruce con la realidad de la Argentina, donde pareciera que la cosa también es cíclica, y hoy nos familiarizados con esta nueva época, como si ya la hubiéramos vivido.
¿De qué manera lo musical se enlaza con otros aspectos de la puesta?
Desde el comienzo del proyecto trabajé codo a codo con Sebastián Aldea (director musical/música original), Fabiana Maler (coreografía), y los músicos Eduardo Lázaro e Ignacio Goya, armando las canciones de El Ciclo Mendelbaum. Hubo una búsqueda paralela a los ensayos con los actores, donde a modo de “banda musical”, los encuentros eran armar los temas que después serían usados en la puesta. Por otro lado, entiendo el trabajo de las actuaciones como una partitura rítmica de cuerpos, donde además los instrumentos y su musicalidad son siempre posibilitadores, interpeladores de ese estado que se genera en el cuerpo actoral. En ese sentido fue clave la no-disgregacion de lo musical y lo teatral, necesitando la convivencia de todos para desarrollar el lenguaje de la obra.
¿Qué fuiste ajustando con el paso de las funciones?
El mayor trabajo de ajuste, comenzada la obra, es el acomodamiento de esos regocijos que aparecen en los actores a la hora del juego, que hacen que el relato se corra, se abra, o se dilate momentáneamente. Esa libertad ganada por la actuación, invitado el elenco por la poética, a veces genera vicios. Allí está la dirección para intervenir. También lo musical-coreográfico se desajusta todo el tiempo. Lo vocal merece un mantenimiento activo,
¿Cuánto de autobiográfico hay en El ciclo Mendelbaum?
Hay algunos elementos puntuales que tienen que ver con la historia de mi familia, pero en general es más un híbrido de familias que conozco, incluso del imaginario de la familia en general. Esa ficción es la que le permite a uno tomar distancia, poder “opinar” sobre el material con más libertad. Sin ese velo creo que sería imposible crear un relato desde el juego y la construcción de lenguaje.

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