"No quiero que mi teatro sea banal"

Entrevista para "La Voz Joven."

"Rats, casi un musical"

Ganadora del Florencio Sanchez al mejor musical, 2014.

"El Mate", en el Teatro La Comedia

Obra nominada en los ACE y ganador de un ATINA. La música fue compuesta por Carlos Gianni.

"Azulejos Amarillos"

De Ricardo Dubatti, dirigida por Sebastián Kirszner en el 2013.

Sebastián es director artístico de "(La Pausa) Teatral"

Realiza talleres de montaje y talleres de actuación.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Cuando al teatro lo hacen los jóvenes. Los directores sub 30 renuevan la cartelera

Por Daiana German Rieber.


Los nombres de estos jóvenes resuenan en la escena alternativa como referentes a seguir. Aquí, tres ejemplos de teatristas nacidos en la década del 80.

Conseguir un lugar en el ámbito del teatro argentino puede llevar años. Incluso ser reconocido por las obras que estuvieron en cartel puede que nunca llegue. Sin embargo este no es el caso deSebastián Kirszner, Diego Faturos y Natalia Casielles, tres jóvenes directores del teatro alternativo que promedian los 30 años y que hoy ya son veteranos de las tablas pues tienen varias obras en su haber ya sea como directores, dramaturgos o actores y gozan de un nombre propio.

Hay muchos maestros y personalidades que inspiraron y dejaron una huella en ésta nueva generación de creadores. Los tres comenzaron su formación en reconocidas escuelas: Kirzsner, de 28 años, lo hizo en Río Plateado de Hugo Midón; Faturos, de 29, comenzó cuando tenía 13 en Andamio 90 (de Alejandra Boero) y en el caso de Casielles, de 30, su estudio fue con la actriz, dramaturga y directora Andrea Garrote. Una vez graduados participaron de numerosas obras como actores y con el paso del tiempo exploraron también otros horizontes como la dirección y la dramaturgia. Para esta última el gran referente para los tres es Mauricio Kartun y en cuanto a la dirección Claudio Tolcachir y Ricardo Bartís son los modelos a seguir. También resuenan nombres como los de Guillermo Cacace,Daniel Veronese, Roberto Perinelli y Alejandro Tantanián, entre muchos otros. “Es bueno aprender de los más grandes”, destacó Faturos en referencia a su formación y trabajo junto con Tolcachir enLa omisión de la familia Coleman y en Jamón del diablo, donde participa como actor en Timbre 4 (México 3554).

“El teatro es mi lugar en el mundo, es una forma de tomarme la vida donde puedo jugar, experimentar y buscar lenguajes”, definió Sebastián, quien estrenó hace más de un mes Azulejos Amarillos deRicardo Dubatti en el Camarín de Las Musas (Mario Bravo 960), su cuarta obra como director y la sexta como dramaturgo. Para Diego, el joven que se irá en noviembre a China para interpretar La omisión de la familia Coleman, el teatro es un medio de expresión muy fuerte. Por su parte, Natalia, que lleva dirigidas y creadas seis obras como Sueño con cebollas, Afuera llueven conejos y Niña con cara de jirafa, opinó: “El teatro es revolución. Es la cucaracha de la bomba atómica pues se sobrevive pese a la falta de recursos y espectadores”.

“Me siento más seguro en la dirección que en la actuación y en la dramaturgia”, destacó Kirszner quien argumentó que un director debe tener una línea ya que no da lo mismo cualquier decisión. Su intuición lo guió a la hora de elegir sus elencos, a quienes ayudó a moldearse en cada uno de los ensayos aunque nunca les impuso, según afirmó, “la” verdad de la obra sino que su trabajo es en equipo. “Este rol en el teatro se asemeja al director de orquesta de una sinfónica”, comparó el actor de El Mate y sentenció: “El director que dice ‘hacelo así’ y muestra cómo realizarlo es un desastre y sin embargo está lleno de estos tipos”.

Faturos, quien intervino en El puntero en 2011, dirigió seis obras entre las que se encuentran Amanda vuelve, Nos arrancaría de este lugar para siempre y Hundan el Belgrano, además de ser el autor de dos de ellas. Para él lo más placentero de esta labor es descubrir escenas junto con los actores y de este modo lo vive al trabajar con los egresados de Timbre 4 a partir del armado de una obra sobre Eva Perón.

En el caso de Casielles su foco está puesto en la dirección y la dramaturgia, aunque también le divierte mucho actuar y últimamente participó en varios proyectos. “Disfruto de todos los lugares, porque al escribir un texto devengo en directora del mismo y es una unión con lo anterior”, concluyó

En la mayoría de los casos los tres jóvenes han trabajado en base a textos propios aspecto que muchas veces los ha limitado al conocer el espacio con el que contaban en la sala. “Es como una neurosis que se arma porque uno escribe, se la imagina y a veces el lugar te inspira y a la vez te recorta”, señaló el aprendiz de Tolcachir y citó a su profesor Ricardo Monti: “’Si la obra es en la luna, es en la luna’, después uno como director verá cómo lo hace para darle otro vuelo”.

Uno de los mayores desafíos para ellos es compartir ambos roles en una pieza, por lo que tratan de olvidar la puesta en escena que imaginan al crearla para focalizar en el ensayo con los actores.“Cuando empiezo a dirigir mi propio texto lo dejo en la mochila, no lo imprimo hasta la puesta de luces que es en la última semana y de este modo no me ato a mi propia demanda”, reconoció Sebastián quien hoy se encuentra dirigiendo un texto de Ricardo Dubatti a partir del cual pudo reconocer que se siente más cómodo al trabajar con una obra ajena porque se encuentra con otra poética y el desafío a multiplicarla. “Tiene que haber algo del texto que me convoque a dirigirlo y en el caso de Azulejos Amarillos eso está”, justificó.

Otro aspecto que los une es la docencia, un lugar donde cada uno de ellos comparte los saberes con sus alumnos. Kirszner, quien no se ubica en el rol de maestro sino en el de director, realiza un taller de montaje teatral en el Teatro Entretelones (Enrique Martinez 1427). Por su parte, Diego es uno de los que coordina la escuela de Tolcachir en Timbre 4 que tiene más de 600 alumnos: “Disfruto de transmitirles mis herramientas que es muy diferente de enseñar”. Y por último, Casielles es docente titular de las cátedras Literatura y Comunicación Social del Instituto Comunidad Filii Dei, además de enseñar dramaturgia en Andamio 90 y dictar diversos talleres en elteatro La Carpintería.

Según Sebastián la presencia de los jóvenes directores repercute en la aparición de nuevas temáticas en relación a la época en la que crecieron y los tiempos que vivieron, como el gobierno de Carlos Saúl Menem y el haber sufrido en la adolescencia el corralitodel 2001. Además destacó que ésta nueva generación del teatro está muy influenciada por Kartun en la construcción de la dramaturgia.

Por su parte, Natalia cree que siempre va a haber un teatro joven pues, a su parecer, existe una necesidad de catalogar lo que se hace para generar un sentido de análisis ante tanta producción teatral. “No siempre responde a una nueva búsqueda ya que muchos se repiten y entonces ya no es teatro joven por el concepto de estar en crecimiento, sino porque quienes lo realizan son simplemente chicos en edad”, afirmó la directora quien señaló que siempre va a existir este tipo de teatro, que luego se convertirá o no en referente de otro.

Sebastián, Diego y Natalia tienen un estilo que los caracteriza, aunque no por ello repiten formulas. Como directores tienen inclinaciones y apetitos escénicos, a partir de los cuales juegan con historias, trabajan imágenes y exploran nuevos lenguajes. En el caso de Kirszner, el mundo que le inspira a la hora de escribir es el del teatro, es decir, contar historias donde se reflejen las frustraciones del actor, su dificultad para insertase y el lugar del director, entre otros temas. El Casting, Las memorias de Blanch y Azulejos Amarillos, son tres de sus piezas donde aparece este juego con la metateatralidad.Otra cosa que lo identifica es la música en vivo, por lo que reconoció:“Hay algo de la dirección, de lo lúdico y de la comedia que aprendí con Hugo Midón que está en mi obras, es como una huella que ha quedado en mí”.

Otro que tiene una búsqueda definida a la hora de crear es Faturos quien prioriza que lo que suceda en el escenario sea verdad. Destacó que en teatro independiente se pueden llevar a cabo obras sin invertir mucho dinero pues lo que se desafía es la creatividad. “Al no haber plata para construir una determinada escenografía hay que ingeniárselas para que el público lo crea aunque sin subestimarlo. Si el actor piensa en el mar, el espectador lo va a ver”, argumentó.

En cuanto a la posibilidad de vivir del teatro alternativo las respuestas variaron. Sebastián reconoció que al ser salas pequeñas, las entradas no tienen un alto costo y al dividirse la plata entre un gran equipo, es muy difícil subsistir si se trabaja exclusivamente de la obra. Natalia opinó que el teatro, además de a realización de piezas, abarca otras áreas que están relacionadas como dar clases. Ella cree que si se arma ese sistema de trabajo si se puede. Por último, Diego dijo: “Hay que desmitificar que no se puede vivir del teatro alternativo porque sino la profesión se vuelve un fracaso”.

Ellos representan a una generación de directores donde la singularidad hace eco. Promedian los 30 años y en su haber hay muchos maestros, alumnos y obras en cartel y a medida que pasa el tiempo la apuesta cada vez es más fuerte.

Insospechadas derivaciones poéticas del arreglo de un baño. TIEMPO ARGENTINO.

Por Laura Rauch.

Dos albañiles encargados de una reparación y dos músicos confluyen en el baño de un teatro. Presidido por el inodoro y sonorizado por las cañerías, ese espacio se transforma en escenario de situaciones absurdas y de autorreflexión teatral. 


En el campo actual del teatro, la generación de los jóvenes nacidos a partir de 1980 compone lo que denomina Sub 30 teatral. Dentro de este grupo se sitúan el dramaturgo e investigador Ricardo Dubatti y el actor y director Sebastián Kirszner, que componen Azulejos Amarillos, obra que refleja sus investigaciones y búsquedas de nuevos lenguajes para la escena actual porteña. Dicha obra, que se presenta en El Camarín de las Musas (Mario Bravo 960, los jueves a las 21) aborda la metateatralidad desde reflexiones acerca del artista y las íntimas relaciones que se establecen con los espectadores, apelando en su concepción a elementos de las poéticas beckettiana y shakespeariana. Con los actores Augusto Ghirardelli, Daniel Ibarra, Eduardo Lázaro y Dionisio Javier Pastor, el director musical Gamal Hamed, la escenógrafa y vestuarista Lola Gullo, quien comparte la asistencia de dirección con Victoria Arrabaça, este joven grupo construye y plasma en escena una obra particularmente "llena de teatro".
–¿Cuál es la génesis de la obra dramática?
Ricardo Dubatti: –Mi punto de partida fueron las experiencias traumáticas que viví en la reparación del baño de mi casa. Tuve un desfile de toda clase de plomeros y albañiles durante más o menos un mes y medio. Ahí empezó a aparecer lo que a mí me gusta llamar el "síndrome de la refacción del hogar", ese momento en que uno está en la mitad de la reparación y no se puede volver atrás pero tampoco parece que uno vaya a llegar al fin del asunto jamás. Una de las cosas más impactantes fue el momento en el cual uno de los albañiles abre la puerta del baño y aparece con el inodoro en los brazos, lo deja en el living, vuelve al baño y cierra la puerta. Quedar a solas con el inodoro en el medio del living mientras yo estaba tratando de trabajar fue la mejor expresión del mito de Sísifo de Camus jamás habida. Fue el sentimiento de absurdo en su máxima expresión, entonces dije "esto tiene que estar en la obra". Me pasó también algo que aparece en la obra y que es la canción que surge a partir de la lluvia: se llovió el techo de mi casa y puse uno cacharros. Estaba desesperado cuando empezó a sonar una musiquita muy linda. Sonaba realmente musical, tenía ritmos muy nítidos. Esas son algunas de las cositas que s confluyeron en la desesperación que sentí con los albañiles. A partir de ese material escribí la obra, la publiqué (Pájaro Tiresias y otras obras, Santiago Arcos Editor) y un cierto tiempo después, surgió la posibilidad de hacer una antología para Interzona que hizo que Sebastián. Comenzamos a ponernos en contacto y así arrancó la unión.
–¿Cómo llegás a la representación a partir del texto?
Sebastián Kirszner: –Antes de cualquier elección de texto o de material, hay una elección de búsqueda de lenguaje, cierta preocupación por esa cuestiones en términos teatrales. Y bueno, leí esta obra y me convocaron sus temáticas. En realidad no se qué exactamente, pero hubo algo que me atrapó. Venía dirigiendo obras mías y tenía muchas ganas de dirigir un texto de otro y apareció esta posibilidad. Además, Ricardo me dijo "elegí la que quieras".
RD: –Y también te dije "hacé lo que quieras".
SK: –Creo que lo que más me convocó de la obra es el personaje de Pepe (interpretado por Dionisio Javier Pastor) que habla de la vocación frustrada, había algo que temáticamente me convocaba. Y ahí comenzó el proceso de puesta. Convoqué a dos músicos que no estaban en la dramaturgia. Porque en el texto la acción se da en un baño y como también dentro de esta exploración hay ciertas cuestiones del mundo del actor que me interesa narrar y sobre las que me interesa opinar, se me ocurrió que el baño podría ser el de un teatro. Y como me interesa mucho la música en escena (es algo muy presente en mis puestas) aparecieron estos dos músicos de una obra de teatro que están ensayando en este baño. Ahí surgía el primer desafío, la incorporación de dos personajes que no tenían dramaturgia desde la textualidad que proponía Ricardo, entonces había que construir un relato que conviviera con el que venía por otro lado. En ese sentido, la tarea fue muy placentera porque el texto es muy poético y propone mucha condensación, una multiplicidad de caminos que se pueden tomar. Estos dos personajes que no están en la dramaturgia y cuatro actores muy lúdicos, proponían y abrían la posibilidad de una búsqueda muy tonal que convivía con ese texto tan poético. Ese fue el punto de partida: encontrar una singularidad en el espacio. Ya teníamos el texto que venía dado por el libro y estos actores brillantes.
–¿Cómo manejan las menciones metateatrales en la obra? Porque, por ejemplo, hay chistes que hacen referencia a algunos integrantes del equipo.
SK: –Se multiplica. En ese sentido hay un referencia a Dioniso, el dios griego, en juego con el nombre del actor, y otra a la escenógrafa y vestuarista Lola Gullo. Hay una búsqueda muy marcada de la metateatralidad. Porque la convención que armamos fue que los personajes de los albañiles no tienen conciencia de que son parte de un relato pero los músicos sí, son actores que están haciendo Azulejos Amarillos. A la vez hay detrás algunos cuadros con las diferentes marquesinas. Conviven diferentes conciencias en relación al relato y ese es otro de los pisos donde se sostiene la puesta.
RD: –Y eso también estaba en obras anteriores tuyas como Las memorias de Blanch, donde se trataba mucho a la situación de ruptura.
–¿Y cómo releíste las cuestiones beckettianas del texto?
SK: –En principio me divertían mucho. Yo estudié con Guillermo Cacace, con quien se ven mucho este tipo de textualidades. Me gusta probar la apertura, recurrir a estas palabras que proponen estados. Creo que había algo que implicaba cierto riesgo en escena y allí se multiplicaba. Es por eso que hablamos de un teatro de estados con Ricardo, de climas que se perciben y eso es lo que hoy los chicos logran plasmar en el escenario. 
RD: –En mi caso, yo entré al teatro de estados por Pavlovsky, y el entró más por el lado de Bartís, que a mí me parece fascinante. Y es un encuentro súper interesante, además el entra por la dirección y yo por la dramaturgia.
SK: –Además el paradigma de Bartís es la dirección y el de Pavlovsky es la dramaturgia.
RD: –Claro, de golpe nos dimos cuenta de que nos interesaban cosas en común.
SK: –Es formar un buen equipo, sin narcisismos. Me siento muy bien dirigiendo su texto, porque es su poética, multiplicada por la mía.
RD: –Sí, eso absolutamente, son poéticas abiertas al diálogo. Me gusta mucho la posibilidad de ver en la puesta cosas que a mí no se me ocurrieron. No se me ocurrió que sacaran los papeles del inodoro, y cuando lo vi en escena pensé, ¿cómo no se me ocurrió eso?
SK: –Creo que tenemos que hablar de "obra", no de dramaturgia y dirección, porque cada uno desde su lugar va completando, como un equipo de fútbol, somos un Barcelona, te diría (risas). Creo que la dramaturgia te da un punto de partida y el director resignifica lo que da el actor. Recibe lo que el actor da para que siga creciendo, pero en definitiva el que poetiza es el actor.
RD: –Sin duda, es quien pone el cuerpo, enfrenta todo el tiempo el abismo. Parafraseando a Cacace, es el que tiene que estar ahí para que se produzca el convivio. «

miércoles, 4 de septiembre de 2013

PÁGINA 12: Una obra en construcción continua

La pieza teatral de Ricardo Dubatti, dirigida por Sebastián Kirszner, va transformando lo que en principio parece un encuentro “normal” entre cuatro personajes en una serie de situaciones oníricas, absurdas y hasta filosóficas.

 Por Paula Sabatés

Azulejos amarillos confirma una máxima: se puede generar acción dramática sólo con el recurso humano. No es que la obra escrita por Ricardo Dubatti y dirigida por Sebastián Kirszner carezca de otros elementos de la puesta en escena. Los tiene, y en efecto colaboran con la calidad del espectáculo. Pero en esta obra todo lo que sucede está allí, en el cuerpo vivo de actores que dicen y hacen con una potencia tan grande que todo lo demás pasa a un segundo plano. La pieza, que es la primera del joven dramaturgo en ser llevada a escena, muestra a dos albañiles que se disponen a arreglar el baño de un teatro en construcción. Allí se encuentran con dos músicos que se encerraron a ensayar una obra. A partir de entonces, el tiempo irá transformando lo que en principio parecía un encuentro “normal” entre cuatro personajes en una serie de situaciones oníricas, absurdas y hasta filosóficas.
Dionisio Javier Pastor y Augusto Ghirardelli interpretan respectivamente a Pepe y Pridamante. Cada uno construye a su albañil aprovechando sus recursos físicos y actorales, lo que hace que posean registros distintos que el director aprovecha en beneficio del texto. Sorprende, pero hasta sus rostros parecieran haber sido moldeados para encarnar a estos trabajadores, y también sus voces. Como si estos actores hubieran nacido para interpretar a estos personajes. La elasticidad y altura de Ghirardelli le sirve para construir un Pridamante inquieto, aparentemente ingenuo y algo torpe, mientras que el Pepe de Pastor es más serio y decidido, cosa que se puede ver en su cuerpo. Ambas actuaciones son magistrales y una de los elementos más destacados de la puesta.
Pero los albañiles no están solos. Lejos de ser simples acompañantes, tal como sucede en otros espectáculos, los músicos de Azulejos amarillos son parte fundamental de la obra. Interpretados por Daniel Ibarra y Eduardo Lázaro, los músicos/actores son auténticos personajes, con todo lo que eso implica. Su participación es tan fundamental como la de los albañiles y hasta determina a estos últimos, para quienes su encuentro no será gratuito. Si bien tienen poco texto, sus acciones físicas y también la música que tocan, que acompaña los climas dramáticos que proponen Pepe y Pridamante, ayudan a darle sentido y completan el universo que se ve en escena. Es de destacar, en ese sentido, la música original, a cargo de Gamal Hamed y el propio Lázaro.
Claro que además de las virtudes evidentes de los actores, su lograda participación es también mérito de Kirszner. El joven director ya se ha destacado anteriormente con Las memorias de Blanch y El casting, entre otras piezas de las que es autor y director. Ahora, su (re)lectura del texto de Dubatti, y su capacidad de llevarlo a escena como lo hizo, confirma que se trata de un director con un estilo bien propio, que en lugar de repetir fórmulas está abierto a la exploración de nuevos recursos. Su decisión de trabajar sobre un campo de acción acotado (la proximidad que les dio a los objetos hace que la sala parezca más chica) le permitió acentuar la acción dramática. Y la multiplicidad de códigos y recursos que utiliza en escena hace que la puesta presente varias puertas de entrada para que el espectador elija por cual sumergirse en ella.
En cuanto a Dubatti, su trabajo es profundo e inteligente. Con ingenio, el dramaturgo logra una mezcla perfecta entre el absurdo y una lógica más realista. La pieza, con reminiscencias de Beckett asumidas por el mismo autor, tiene la habilidad de esconder un procedimiento tan interesante como el de la metateatralidad (aquel en el que el teatro habla del teatro). Sobran motivos para asegurar que eso intentó el dramaturgo, aunque para preservar el misterio y la sorpresa del espectáculo no serán relevados en esta nota, ya que el descubrimiento de esto, por parte del espectador, es una de las cosas más interesantes que plantea la obra. Basta con comentar los más obvios, que tienen que ver con la escenografía, a cargo de Lola Gullo. En aquel baño se encuentran colgadas las marquesinas de algunas de las anteriores obras de Kirszner y también de esta misma, Azulejos amarillos.
Pero Dubatti no sólo logra explorar de una forma muy original y creativa un recurso utilizado tan frecuentemente en el último tiempo como es el de la autorreflexión teatral, sino que además logra filtrar, como lo hace el agua de una cañería rota, una metáfora sobre el oficio dentro de tanto absurdo aparente. Como el albañil, el actor está en continua construcción, en una construcción infinita, si se quiere (el mismo autor, al explicar la génesis de la obra, señaló que para él “la reparación de la casa es Godot, por eso no llega jamás”). Los mismos azulejos amarillos son también una metáfora. Del deseo de hacer, motor de cualquier oficio y también de cualquier pasión. Cuando el espectador entiende eso, la metateatralidad cobra un nuevo sentido. Azulejos amarillos habla ahora de Dubatti, de Kirszner, de esos actores. De ese grupo de “Teatro Joven” que, con esta pieza, se esfuerza por encontrar un estilo propio y ayudar así a delinear un nuevo rumbo para el teatro independiente.
* Azulejos amarillos va los jueves a las 21 en El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960.

martes, 3 de septiembre de 2013

Crítica a "Azulejos Amarillos", por Alejandro Surroca


Azulejos amarillos, escrita por Ricardo Dubatti y dirección de Sebastián Kirszner, es una obra que nos conecta realmente con la historia del teatro. Me animo a ampliar el espectro y mencionar al arte; pues no sería del todo correcto reducir la curiosidad y la pasión que suscita el arte a cualquier tipo de historia humana.. tal vez sea éste otro de los grandes misterios del universo.

Estamos en el subsuelo del Camarín de las musas (Mario Bravo 960), eso empieza a significar algo: que la experiencia de estar probando la panacea del tiempo; el ingreso al imperio de la alteridad proporcionado por el teatro, adquiere una sensación insondable. Y en aquellas tierras del Hades misterioso, fisioplástico y como de juguete, nos hallamos ante la presencia de dos músicos junto a lo que comúnmente llamamos un...inodoro.

Mientras el conversador (que para la terminología teatral es un espectador sin espectar) prolonga indebidamente su rutina en esas oscuridades, sin haber caído todavía en el primero de los encantamientos, a saber: me siento ante una postal, una síntesis, un azulejo dispar, amarillo, donde los elementos de la vanguardia histórica evanescen en una especie de segundo sueño.

El espesor impresiona y no sabemos ya a cuantos metros estamos de teatro ahí dentro. Será con la llegada de los plomeros que empezamos a adivinar una situación de carácter meta teatral (y que ya era meta textual): éstos han venido por la reparación del baño de un teatro que está en proceso de construcción. Aquellos músicos pertenecientes a una obra de teatro se encontraban ensayando en ese preciso momento. En el baño, si.  

El humor y la música se imponen como apóstoles creíbles que propagarán todo el sismo de sensaciones y reacciones tras la máscara oscura del espectador, es decir del conversador que no conversa, al menos por unos cuantos minutos.

Una comedia musical y “absurda”, si se puede utilizar éste término, puesto que serán un tanto vanas aquí  las sugerencias que liguen la obra con el teatro del absurdo. Éste ha sido también un género histórico y por lo tanto deben tomarse en consideración algunas cuestiones. El horizonte de expectativas (usando las consideraciones de Hans Robert Jauss sobre la recepción) para con los géneros de posguerra; la fusión de horizontes entre la mostración en escena y la mirada del espectador, ya no es la misma. No es un hecho menor, al contrario, es por demás interesante. Hoy podemos afirmar por ejemplo y para tomar uno de los rasgos absurdistas-beckettianos (el de quebrar la narrativa aristotélica en el acontecer de los personajes, produciendo ese frustrante vagar comunicativo y físico que los lleva a su inevitable descomposición) que la “acción” de esperar ha cambiado notablemente. El de hoy en día es un hombre que, lejos de estar devastado y perdido en un mundo sin rumbo, busca desesperadamente la solución a los problemas (nimios?);  un ser devenido banda ancha que llega a sentir intolerable hasta el propio hecho de ingresar en aquel único espacio donde se lo somete (porque el teatro es alquimia, y hasta el atroz concepto de sometimiento se torna positivo) a la enajenación de todos sus dispositivos. La obra parece tomar consciencia de esta situación, y esa espera (la de los músicos por tocar en la función, la de los albañiles por “llenar el tiempo laboral” y cumplir sus sueños y esperanzas) es una espera dinámica, entretenida gracias a los mecanismos de la música y el humor antes mencionados. No es un humor cínico, amargo, de resignación ante el estatismo improbable del futuro.

Agregamos a estos el trabajo lingüístico, delirante, poético, ingeniosamente entretejido; los personajes, que segregan instancias, retazos (como diría Strindberg) de varios seres, ya no solo de sus caracteres sino también de otros paradigmas textuales. El universo imaginario se expande.

Es también un gran trabajo de intertextualidad: reminiscencias al teatro de Apollinaire; existencia de una especie de falso “macguffin” (extraña paradoja! puesto que los azulejos amarillos no son ningún pretexto para contar esta historia si se cree fielmente en la fantasía y la imaginería poética de la vida) a lo “pulp fiction”, donde las hipostasis del sentido del hombre y el espíritu velarán por siempre en una maleta; y el personaje que interpreta Augusto Ghirardelli, recordando la gestualidad y los movimientos en el cine de Jacques Tati; el teatro de Shakespeare eternizado en su imagen (para la Industria Cultural todo lo vale por igual, así como la Mona Lisa puede proporcionarte placer también mientras bebés tu vaso de café, el dramaturgo inglés se convierte aquí en un destapador de coca colas!)

Finalmente salía extasiado de ensueño. Gobernado por sustancias alquímicas seguía sin ser visto, obnubilado por una imagen que no se iba del todo. De esa manera subía ahora por las alturas de la realidad, lo que provoco que tuviera varios traspiés, y un regreso no del todo placentero.

Recomiendo ir a ver Azulejos amarillos