"No quiero que mi teatro sea banal"

Entrevista para "La Voz Joven."

"Rats, casi un musical"

Ganadora del Florencio Sanchez al mejor musical, 2014.

"El Mate", en el Teatro La Comedia

Obra nominada en los ACE y ganador de un ATINA. La música fue compuesta por Carlos Gianni.

"Azulejos Amarillos"

De Ricardo Dubatti, dirigida por Sebastián Kirszner en el 2013.

Sebastián es director artístico de "(La Pausa) Teatral"

Realiza talleres de montaje y talleres de actuación.

domingo, 2 de marzo de 2014

Noche de terror en Florianópolis

SUPLEMENTOS 

VIAJES. CLARÍN 

Noche de terror en Florianópolis

Por Sebastián Kirszner, director de teatro.
02/03/14
Pocas veces sentí un “miedo de película”. Y mucho menos en un lugar supuestamente feliz: esto pasó en Florianópolis, nombre que uno rápidamente asocia a “praias” con vendedores ambulantes y familias sonrientes. Fuimos con mi novia a un complejo familiar en una playa de Cachoeira, y como lo habitual allí eran las cabañas familiares, las parejas íbamos a un departamento en una torre. Nos tocó el de arriba: tres pisos sin ascensor. Esa noche llovía a cántaros. La lluvia rebotaba sobre el techo, que parecía a punto de venirse abajo. Un súper trueno nos hizo abrir los ojos de golpe y mirarnos con asombro... Y entonces mi novia me dijo: “La luz del pasillo está encendida”. Sí, estaba. ¡Y era de esas luces que se encienden con movimiento! Se apagaba, y al ratito… volvía a encenderse. “Hay alguien afuera, ¿será algún animal?”, dije, como para decir algo. La secuencia se repitió varias veces, y empezamos a asustarnos. Llovía como si fuera la última vez. Estábamos en un tercer piso, lejos de todo y de todos: ¡si es un asesino serial, no tenemos adónde ir! Probé con un “¿Hola?”... nada. Espejito por debajo de la puerta... nada. Llamé a recepción: nadie atendía. ¡Estábamos en el horno! ¿Apareceríamos en Policiales del diario al día siguiente? Nos entregamos al sueño y, todavía no entiendo bien cómo, nos dormimos. A la mañana, brillaba el sol.

Entrevista en Tiempo Argentino




"Somos hijos de una democracia que lleva la marca de la dictadura"

La presentación de ambos libros se realizará en el mismo espacio del Festival, el Centro Cultural de la Cooperación. El compilador de las antologías y dos de sus integrantes hablan de las características de su trabajo.


Son autores que traen nuevos mensajes, otras maneras de mirar y concebir el mundo, que encarnan en sus textos otras experiencias y que merecen por su valor artístico ser atendidos con detenimiento. Encarnan hoy lo novísimo, radicalización más reciente de lo nuevo, entendiendo ese término en las peculiares coordenadas del tiempo presente. Su trabajo, tan desafiante en su novedad como fructífero, demuestra que ya hay una nueva generación en el teatro porteño”, afirma Ricardo Dubatti en el prólogo de Off! Novísima dramaturgia argentina, editado por Interzona. Hay en esas líneas un aire diáfano que, paradójicamente, parece venir de lejos. Es decir, de esas épocas donde escribir manifiestos y pensar en el vínculo indisoluble entre arte y vida no sólo era necesario sino además, urgente. También por esa capacidad de crear un nuevo lenguaje –que reconoce tradiciones pero no se detiene en fórmulas preestablecidas– es que esta antología resulta imprescindible para saber en qué andan los jóvenes dramaturgos porteños. 
Off! dialoga a la vez con Nuevas dramaturgias argentinas, publicado por la Universidad Nacional del Sur. Las dos antologías reúnen un total de 14 obras de autores que nacieron entre 1981 y 1990. En ambos casos Dubatti –uno más entre ellos ya que nació en 1988 y es dramaturgo pero también músico, traductor, crítico e historiador teatral– se encarga de compilar esas voces del teatro independiente que brillan en medio de un panorama bullicioso. Porque, según comenta, sólo el año pasado se estrenaron más de 2000 obras. A la charla se suman Sebastián Kirs zner y Mariano Tenconi Blanco, quienes integran estas antologías. Kirszner nació en 1985, es director, dramaturgo y actor. Se formó con Guillermo Cacace, Hugo Midón, Silvia Kanter, Daniel Dagna y Ricardo Halac, entre otros. Dirige el espacio de formación Movimiento Teatro Joven. Tenconi Blanco nació en 1982. Se formó con Ricardo Bartís y Alejandro Tantanian. En abril estrenará como régisseur la ópera La libertad total sobre un texto de Pablo Katchadjian con música de Lucas Fagin, en el Centro de Experimentación del Teatro Argentino de La Plata.

–¿Cómo surgió la idea de compilar estas antologías?
Ricardo Dubatti: –Estaba haciendo un libro sobre dramaturgos que comenzaron a escribir durante el primer período de la posdictadura, del '83 al '89. Y durante la investigación me encontraba de modo recurrente con la idea de que en esa época no había dramaturgos. Se indica que sí había grupos y dramaturgias que surgían de lo grupal. Pero no me convencía que hubiese sido sólo así. Así que seguí la búsqueda. Y resultó que no es que no hubiera sino que no estaban a la vista. Me refiero a Jorge Accame, Javier Daulte, Eduardo Pogoriles, María José Campoamor, Cristina Escofet, Mauricio Kartun... Entonces me interesó la idea de empezar a dejar testimonio de la cantidad y variedad de autores que hacen dramaturgia hoy en Buenos Aires. 
–En cada uno de estos textos se advierten muchas voces, mucha influencia de artes diversas que, no obstante, no opacan el resultado sino que crean una dramaturgia desafiante, mestiza.
RD: –Eugenio Barba define la dramaturgia como la organización de las acciones en escena. Esa organización puede encarnar muchas variantes. En general se la concibió como textos escritos en soledad que luego actúan una o varias personas. Pero también es posible ir armando un texto, pedirles a los actores que lo pasen, lo improvisen, reescribir… Si se trabaja así hay un estallido de formas y posibilidades. Tiene que ver con el concepto de "consiliencia" de Jan Fabre, un creador escénico belga, que propone tomar disciplinas y juntarlas para que surjan nuevas dinámicas que se van enriqueciendo mutuamente. Entonces aparece el vínculo con la literatura, con procedimientos del cine, con otras obras, música, poesía… Se está ampliando el concepto de dramaturgia y además se está aprovechando la posibilidad de una búsqueda formal personal
–¿Y de qué manera concilian estas búsquedas personales con una pertenencia colectiva?
RD: –En su mayoría no vivimos la dictadura en carne propia, pero sí el menemato o la crisis de 2001. Somos hijos de la democracia recuperada, una democracia conflictiva, en la que perduran el trauma y la memoria de la dictadura. Son experiencias colectivas que cada uno enfoca a su modo.
–Sin embargo, esos discursos personales están atravesados por una conciencia política que no necesita ser explícita.
Sebastián Kirszner: –Las memorias de Blanch toma como punto de partida un concurso de dramaturgia posmortem. No asume una bandera explícita. Pero sí trabaja sobre ciertas zonas conflictivas de nuestro oficio, que probablemente existan en cualquier búsqueda artística. Por ejemplo, las cosas buenas y no tan buenas de la autogestión, de la decisión de apostar al off. Entonces, si bien habla de cuestiones externas, es un texto que existe con sus leyes propias, internas. La capacidad de construir verosimilitud poniendo en diálogo esas dos dimensiones es lo que permite la existencia de estos trabajos, que en el caso del libro admiten ser leídos como textos y nada más pero que nosotros escribimos en un contacto estrecho con otra gente que forma parte de lo teatral. En esa dialéctica se construye un discurso que también asume la pertenencia a su tiempo. 
Mariano Tentoni Blanco: –En el caso de La fiera, el vínculo con lo político es mucho menos velado porque allí se habla de una mujer pobre, vulnerada, que busca revancha. Es un texto que juega mucho con el lenguaje pero que a la vez es una reflexión sobre la violencia. Y también, sobre el machismo. En cuanto a lo que decía Sebastián sobre el off y el teatro comercial, creo que la autogestión determina que seamos no sólo dramaturgos sino gestores detrás de cada aspecto de la obra y por eso en general tenemos una formación variada. Y desde un punto de vista político, también se trata de trabajar otras zonas del discurso. Lo que prima en el comercial, aun con excepciones, es el lenguaje llano, costumbrista, que encorseta sentidos. Y los cuerpos narran con una onda costumbrista, canchera. Eso es lo que ves después en el boliche, con un pibe queriendo levantarse una chica "a lo Suar". Es un sentido acotado del amor construido por una sociedad que finalmente desea consumir más que poetizar. No es menor, porque eso instala formas de vínculo. 
–¿Para quiénes están pensados estos libros?
RD: –Para todos los que sientan curiosidad por un fenómeno que existe ahora mismo, acá. Esta antología no apunta sólo a lectores o espectadores especializados. Es decir, la idea es visibilizar el hacer, generar nexos entre dramaturgos, actores, directores, técnicos, productores, críticos, docentes y alumnos… Pero también, que estos trabajos sirvan para referenciar creadores, para ir al teatro. Y además, estos libros son un marco que nos encuentra, que nos permite empezar a pensarnos como generación.  «

El teatro de los hijos de la experiencia democrática, por Ricardo Dubatti


Jóvenes teatristas reflexionan sobre poética, política y sociedad, reunidos por el Primer Festival Novísima Dramaturgia Argentina, que se realizará en el CCC entre el 13 de febrero y el 21 de marzo. Se presentarán espectáculos y libros.
Entre el próximo jueves 13 de febrero y el 21 de marzo, en el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543), una selección de teatristas de la nueva generación, nacidos entre 1981 y 1990, presentarán en el Primer Festival Novísima Dramaturgia Argentina espectáculos, mesas de reflexión y antologías de sus obras. Se verán en escena Pollerapantalón, de Lucas Lagré; Niña con cara de jirafa, de Natalia Carmen Casielles; Piedra sentada, pata corrida, de Ignacio Bartolone; La fiera, de Mariano Tenconi Blanco; Potencialmente Haydée, de Patricio Ruiz, y Las casas íntimas, de Eugenia Pérez Tomas. Se presentarán dos antologías: Off! Novísima Dramaturgia Argentina (InterZona) y Nuevas Dramaturgias Argentinas (Editorial de la Universidad Nacional del Sur, EdiUNS), y en las mesas teóricas participarán, entre otros, Diego Faturos, Andrés Gallina, Agostina Luz López, Francisco Lumerman, Sebastián Kirszner, Sofía Guggiari, Sol Rodríguez Seoane, Ignacio Ciatti, Ramiro Guggiari, Pablo Quiroga, Lucía Panno, Ignacio Sánchez Mestre, junto a jóvenes investigadores y críticos. 
La oportunidad es buena para reflexionar sobre qué está pasando en el teatro que hacen los más jóvenes, los que hoy tienen entre 32 y 23 años. ¿Hay una nueva generación de artistas teatrales? ¿Qué características tiene? ¿Cómo juega el propio teatro dentro de ese marco? Responden doce de los artistas convocados por el Festival.

Ignacio Bartolone: No sé si en términos canónicos podemos hablar de una generación. Creo que existe una suerte de esquizofrenia productiva, bajo la insignia arltiana de "la prepotencia de trabajo", en la cual muchos actores comienzan a escribir y dirigir materiales. Como por suerte, y por desgracia, ésta es la capital de los talleres y los actores, los proyectos por lo general se concretan. La ambigüedad y cierto manejo efímero de la información, paradigmas manifiestos de este presente futuro en cual vivimos, hacen que las características en común no abunden. Algunos rasgos a señalar podrían ser: el despunte de un lenguaje más barroco en oposición a una tendencia fáctica de tono neutro y oralidad escueta, un imaginario más lírico en relación a lo autobiográfico y las influencias formales de generaciones cercanas, como si la dramaturgia evolucionara de tíos jóvenes a sobrinos.
Diego Faturos: Lo que caracteriza a nuestra generación de dramaturgos, pienso, es la diversidad de propuestas. Las diferentes búsquedas del lenguaje a través de la teatralidad. Como hijos de la democracia que somos (nací el 26 de octubre del 83) heredamos libertad, y eso nos vuelve autónomos, capaces de escuchar nuestras propias voces. Sin duda, nos completan y guían las grandes y pequeñas influencias. En mi caso van desde Veronese hasta Beckett, pasando por Los Simpsons y el Indio Solari. Además, por supuesto, de ese enorme influjo que es el día a día que nos rodea. Creo que como artistas estamos obligados a mirar la realidad a través de un vidrio de sifón verde. (Como se miraban antes los eclipses para que no te lastimaran los ojos) Ese filtro, para nosotros, es la imaginación. De nada sirve observar "lo que pasa" si no lo condensamos, y lo soñamos dentro nuestro. El resto sólo es esperar que vuelva, transformado, listo para volcarlo en el cuaderno.

Sofía Guggiari: Somos la generación postdictadura, y la mayoría de nosotros vivimos nuestra infancia en pleno neoliberalismo; sin lugar a dudas traemos nuevas subjetividades, éticas y estéticas. Somos hijos y nietos del desastre y traemos eso en nuestra voz, en nuestra manera de hacer teatro. Nuevas maneras de hablar y pensar al mundo y por suerte y con mucha alegría, hoy podemos hablar y transformar. Porque para mí el teatro, la literatura, cualquier expresión artística son efectos de subjetividades. Creo que el teatro cumplió en la generación pasada un rol de resistencia y supervivencia. Los exilios y censuras por un lado, y la pérdida de identidad, pérdida de identificación como pueblo, de confianza en la política, por el otro. Estamos en otro momento histórico, y tenemos por otro lado, si somos optimistas, mucho que inventar, que volver a hacer, sin prejuicio, porque los parapetos éticos del pasado, aquellos que han hecho daño, tienen que caer. Ese es para mí el principal rol como actriz o escritora. El teatro como exploración y búsqueda permanente. Hay que aprovechar, hacer el teatro que renueve una estética, un teatro que responda a este nuevo escenario histórico y social. No me gusta pensar que ya hay maneras preconcebidas, creo se hace teatro al andar, al hacer. Y como digo yo, jugar, jugar siempre.

Sebastián Kirszner: Sin duda hay una camada de dramaturgos nacidos post-dictadura, con los cuales venimos compartiendo mesas de debate e intercambio en los últimos meses. A todos nos une, además de la edad, el circuito donde llevamos a cabo nuestras obras, que depende de la autogestión. Además de escribir, este grupo de dramaturgos aborda (en su mayoría) la obra también desde la propia dirección. Otro rasgo que puedo dilucidar al ver los recorridos de mis colegas, es que la mayoría hemos pasado por las enseñanzas de Mauricio Kartun (supongo que esto nos une también con generaciones pasadas). Con respecto al teatro que me interesa, o que busco con cada nueva creación, es el de un soporte que indague sobre el lenguaje. Pienso a la dramaturgia como un paso previo a la puesta en escena, al trabajo con los actores, como un pequeño colchoncito sobre el cual los actores saltarán y jugarán, posibilitando la aparición de poesía, resignificando el material original. Un mundo singular, con sus propias leyes.

Lucas Lagré: En lo personal me resulta difícil contestar y generar un sistema de categorías para un fenómeno que está en pleno proceso. Creo que hace falta tiempo para ver si la labor de los creadores jóvenes de la escena actual logra conformar un sistema medianamente uniforme que permita catalogarlos dentro del concepto de "generación". En principio, uno podría decir que algo que parece unificar a los dramaturgos de la década de los ochenta es la toma de distancia de ciertas concepciones sobre la escena que primaron desde fines de los noventa. Sin embargo (y creo yo, afortunadamente), cada uno de los directores ha tomado senderos distintos en la búsqueda de un lenguaje y un estilo autónomo. Frente a un panorama de cierta caída de referentes, creo que una buena forma de pensar la escena actual es a partir del concepto de diversidad, poniendo el ojo más en las distancias y en los desplazamientos que en los rasgos en común.

Agostina Luz López: Siempre es difícil hablar sobre una generación, qué tienen en común estas personas que tienen más o menos la misma edad y están escribiendo en este momento. Me cuesta decir qué es lo que compartimos, pero alguna vez escuché que alguien dijo la heterogeneidad y creo que es cierto. Hacemos todos cosas muy distintas y no estamos en una cruzada en común. Uno va compartiendo distintos intereses. Con unos, el lenguaje. Con otros, el gusto por una puesta en escena visual. Nos une cierta irresponsabilidad en el buen sentido, de poder ir hacia lo que queremos hacer y creo que con mucho trabajo y búsqueda personal. Cada uno está en el desarrollo de su mundo propio. El teatro que a mí me interesa lo veo cada vez más como un teatro hecho de palabras e imágenes visuales. Un teatro donde esas palabras no lo digan todo y donde esas imágenes creen puentes infinitos de resonancias que lleven a diversos lugares, que multipliquen los sentidos y los hagan estallar. Y muy importante, estar buscando siempre y encontrando, con suerte, eso que quiero contar, darle valor a la profundización, a la expedición, ir a cavar y cavar, hay mucho por descubrir siempre adentro de uno.

Francisco Lumerman: Es interesante pensar que si hay algo generacional que nos une tiene que ver con el contexto del teatro que se viene haciendo o el país en el que fuimos creciendo. Creo que es una época donde cada uno va desarrollando su poética en diálogo con las demás, pero por sobre todo impulsados por un deseo o interés personal que lleva a la construcción de poéticas individuales. Por supuesto que algunas están más cerca entre sí que otras, y es posible que eso esté relacionado con los espacios de formación, pero me cuesta pensarnos a todos con características generacionales similares. Sí creo que es una búsqueda de generar nuevas maneras tanto de producir como de expresar nuevas cuestiones que nos tocan o queremos pensar y comunicar nosotros. Es interesante sentir que somos nuevos puntos de vista encontrando nuevas formas de expresión.

Eugenia Pérez Tomas: Creo que la construcción de una identidad es un relato colectivo y forma parte de una conciencia histórica de generaciones. Emparentados emocionalmente a nuestros maestros y a nuestros pares, nos mudamos de roles. Se provoca respiración constante. Reconozco multiplicidad y singularidad en las poéticas que comparten medios de producción. En lo que hago, el esfuerzo, la oscuridad, el amor y el deseo están en juego. Expreso una forma de ver y de relacionarme. Lo que me atrae del teatro es ese retorno a lo conmovedor. La reconciliación con el acontecimiento. Escribo para la escena. Algo de lo que se produce primero en intimidad y luego en el afuera que no conozco, me fascina. De ahí puede que se desprenda mi inquietud, en esa distancia pequeña y abismal del estar vistiendo y desvistiendo voces.

Sol Rodríguez Seoane: Creo que hay una nueva generación de dramaturgos en plena gestación. El curso de la Escuela Municipal de Arte Dramático ayuda, ya que son 20 años y diez camadas de egresados de allí, circulando por el teatro contemporáneo. Las características no podría precisarlas, ya que somos jóvenes aún, y con suerte espero que nunca se puedan definir las características de nuestra generación, porque eso hablaría de una solidificación creativa. Personalmente pienso, como escribí en una de mis obras, que el concepto de juventud está sobrevalorado. Incluso pienso que el Premio Rozenmacher debería ser dado a los dramaturgos que sobrepasan los 36 años, y no a los jóvenes. Culturalmente hay una ansiedad por ser joven y tener éxito joven (yo a los 22 años estaba desesperada) y cada vez sostengo más que la madera se pone más hermosa con el paso del tiempo. A mis alumnos les digo: para cada cosa que quieran hacer, dense diez años como mínimo. Con hacer cuatro o cinco buenas joyas dramatúrgicas me doy por satisfecha en esta vida.

Mariano Tenconi Blanco: Creo que, de hecho, existe esa generación porque hay personas nacidas entre esos años que escribimos teatro, pero no sé si existe un rasgo generacional común. Yo particularmente admiro a dos autores nacidos en esa década, Ariel Farace (que tiene ya muchas obras estrenadas) e Ignacio Bartolone. Sus obras tienen un exquisito tratamiento del lenguaje (ambos son grandísimos lectores), una poética muy personal, que crea mundos con lógica propia, y ambos teatros son profundamente políticos y emocionales. A mí me interesa esa dramaturgia, una dramaturgia de súper fans de los libros, los discos, las películas; una escritura de búsqueda, una escritura que mira al futuro aunque no sepa qué es. Pienso que es necesario que los autores jóvenes pensemos en el futuro. Por eso me gusta el título de Novísima Dramaturgia. Como que hay algo más allá de lo nuevo, otra cosa. Y me interesa cuando esa "otra cosa" son autores que se piensan a sí mismos como artistas y lo que hacen es crear obras que son, a la vez, su programa político y estético. Espero que esos artistas sean lo novísimo. «


Nuevos dramaturgos

Patricio Ruiz:: –Independientemente de la generación a la que se pertenezca, creo que en la actualidad existe una revalorización del texto teatral que en los últimos años ha dado como resultado nuevas dramaturgias, nuevxs dramaturgxs, editoriales (Libros Drama, entre otras), concursos, premios y premiadxs. Venimos de un paradigma del que todavía queda mucha escuela en donde el texto funciona como excusa y la dramaturgia ha sido consecuencia del suceso y no premisa. Si algo debiera pensar de esta revalorización actual es que en su contenido la búsqueda de la forma para crear el fondo es tan amplia, maravillosamente diferente y particular que genera no solo un vínculo con lo discursivo, sino que expresa en su voluntad líneas de representación y espectacularidad. Esto sin dudas tiene que ver con infinidad de factores: el rol de dramaturgo/director, las escuelas que han sabido parirnos, una necesidad de ahondar y unir sobre aquel viejo dicho de "todo está hecho". En nuestro caso particular nos hallamos nuevos, y no tanto, dramaturgos/directores que nacimos con el final de una dictadura algunos y otros como en mi caso con el menemismo (me toco, me toco). Es por tanto un poco engorroso el límite y consideración de una "generación", no solo de mí mismo por el pudor que esto me pudiera provocar, sino también porque uno transita sin remera puesta, lo vive sin la perspectiva de "ser generación". Además nos atraviesa el exceso de información, el vínculo que se establece con esa información transforma, la percepción tan distinta que hace que cada cual hable de lo que cree que debe hablar sin que se asimile en nosotros una estética o tema, sino más bien una angustia (en mi caso) creativa que puede ser placer para otros, atravesada por el desgaste mismo de las diferentes pruebas teatrales. Adhiero a cierta idea de que somos una generación políticamente activa que frente a lo social ha tenido la suerte de vivir estos tiempos y criticarlos o al menos analizarlos desde su pluma. Que sin duda pertenecemos a una generación con accionar sociopolítico y discusión y que los que vengan, que espero que sean muchos y aún más diversos, dirán si fuimos o no una generación de dramaturgos o simplemente tipos y minas escribiendo teatro, que en el peor de los casos es lo que hacemos y disfrutamos.

Estímulos compartidos

Natalia Carmen Casielles: –Siempre va a existir una nueva generación de dramaturgos, porque siempre va a existir nueva gente que escriba teatro. Las nuevas generaciones tienen que ver con cierta identificación generacional, ya que la aglomeración de edades también está ligada a la aglomeración de estímulos culturales, sociales… que esa generación atravesó y atraviesa, y que ahora lo refleja en sus acciones, ya sea eligiendo películas, comprando libros, actuando o escribiendo una obra. Para mí es el teatro de la fragmentación, del fin de los grandes relatos, del artificio expuesto por la pérdida de inocencia. La "nueva generación" nació post dictadura, se crió con el menemismo, vivió la desilusión del 2001, y creció con la esperanza del kirchnerismo, le llegó en muy poco tiempo la tecnología, desde los noventa con el Family Game hasta la sobreestimulación de información y formatos, pasó por el pensamiento horizontal hasta llegar al pensamiento lateral y vertical de Windows, y en esa puja por lo que fue y por lo que es, se encuentra el teatro de la nueva generación: contando historias pero molestándose si no se las integra con algún componente que las corra de lugar. Mi teatro intenta narrar historias y mundos, personajes y sensorialidades, me peleo con el "no contar nada" o con el "todo es lo mismo", siento que es el único espacio en donde puedo construir algo, encontrarle sentido a las palabras y a los movimientos que se diluyen en la escena, y no voy a renegar justamente en ese espacio de la experiencia de narrar, aunque lo narrado sea tan sólo un destello interpretado de cien maneras diferentes