domingo, 2 de marzo de 2014

El teatro de los hijos de la experiencia democrática, por Ricardo Dubatti


Jóvenes teatristas reflexionan sobre poética, política y sociedad, reunidos por el Primer Festival Novísima Dramaturgia Argentina, que se realizará en el CCC entre el 13 de febrero y el 21 de marzo. Se presentarán espectáculos y libros.

Entre el próximo jueves 13 de febrero y el 21 de marzo, en el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543), una selección de teatristas de la nueva generación, nacidos entre 1981 y 1990, presentarán en el Primer Festival Novísima Dramaturgia Argentina espectáculos, mesas de reflexión y antologías de sus obras. Se verán en escena Pollerapantalón, de Lucas Lagré; Niña con cara de jirafa, de Natalia Carmen Casielles; Piedra sentada, pata corrida, de Ignacio Bartolone; La fiera, de Mariano Tenconi Blanco; Potencialmente Haydée, de Patricio Ruiz, y Las casas íntimas, de Eugenia Pérez Tomas. Se presentarán dos antologías: Off! Novísima Dramaturgia Argentina (InterZona) y Nuevas Dramaturgias Argentinas (Editorial de la Universidad Nacional del Sur, EdiUNS), y en las mesas teóricas participarán, entre otros, Diego Faturos, Andrés Gallina, Agostina Luz López, Francisco Lumerman, Sebastián Kirszner, Sofía Guggiari, Sol Rodríguez Seoane, Ignacio Ciatti, Ramiro Guggiari, Pablo Quiroga, Lucía Panno, Ignacio Sánchez Mestre, junto a jóvenes investigadores y críticos. 
La oportunidad es buena para reflexionar sobre qué está pasando en el teatro que hacen los más jóvenes, los que hoy tienen entre 32 y 23 años. ¿Hay una nueva generación de artistas teatrales? ¿Qué características tiene? ¿Cómo juega el propio teatro dentro de ese marco? Responden doce de los artistas convocados por el Festival.

Ignacio Bartolone: No sé si en términos canónicos podemos hablar de una generación. Creo que existe una suerte de esquizofrenia productiva, bajo la insignia arltiana de "la prepotencia de trabajo", en la cual muchos actores comienzan a escribir y dirigir materiales. Como por suerte, y por desgracia, ésta es la capital de los talleres y los actores, los proyectos por lo general se concretan. La ambigüedad y cierto manejo efímero de la información, paradigmas manifiestos de este presente futuro en cual vivimos, hacen que las características en común no abunden. Algunos rasgos a señalar podrían ser: el despunte de un lenguaje más barroco en oposición a una tendencia fáctica de tono neutro y oralidad escueta, un imaginario más lírico en relación a lo autobiográfico y las influencias formales de generaciones cercanas, como si la dramaturgia evolucionara de tíos jóvenes a sobrinos.
Diego Faturos: Lo que caracteriza a nuestra generación de dramaturgos, pienso, es la diversidad de propuestas. Las diferentes búsquedas del lenguaje a través de la teatralidad. Como hijos de la democracia que somos (nací el 26 de octubre del 83) heredamos libertad, y eso nos vuelve autónomos, capaces de escuchar nuestras propias voces. Sin duda, nos completan y guían las grandes y pequeñas influencias. En mi caso van desde Veronese hasta Beckett, pasando por Los Simpsons y el Indio Solari. Además, por supuesto, de ese enorme influjo que es el día a día que nos rodea. Creo que como artistas estamos obligados a mirar la realidad a través de un vidrio de sifón verde. (Como se miraban antes los eclipses para que no te lastimaran los ojos) Ese filtro, para nosotros, es la imaginación. De nada sirve observar "lo que pasa" si no lo condensamos, y lo soñamos dentro nuestro. El resto sólo es esperar que vuelva, transformado, listo para volcarlo en el cuaderno.

Sofía Guggiari: Somos la generación postdictadura, y la mayoría de nosotros vivimos nuestra infancia en pleno neoliberalismo; sin lugar a dudas traemos nuevas subjetividades, éticas y estéticas. Somos hijos y nietos del desastre y traemos eso en nuestra voz, en nuestra manera de hacer teatro. Nuevas maneras de hablar y pensar al mundo y por suerte y con mucha alegría, hoy podemos hablar y transformar. Porque para mí el teatro, la literatura, cualquier expresión artística son efectos de subjetividades. Creo que el teatro cumplió en la generación pasada un rol de resistencia y supervivencia. Los exilios y censuras por un lado, y la pérdida de identidad, pérdida de identificación como pueblo, de confianza en la política, por el otro. Estamos en otro momento histórico, y tenemos por otro lado, si somos optimistas, mucho que inventar, que volver a hacer, sin prejuicio, porque los parapetos éticos del pasado, aquellos que han hecho daño, tienen que caer. Ese es para mí el principal rol como actriz o escritora. El teatro como exploración y búsqueda permanente. Hay que aprovechar, hacer el teatro que renueve una estética, un teatro que responda a este nuevo escenario histórico y social. No me gusta pensar que ya hay maneras preconcebidas, creo se hace teatro al andar, al hacer. Y como digo yo, jugar, jugar siempre.

Sebastián Kirszner: Sin duda hay una camada de dramaturgos nacidos post-dictadura, con los cuales venimos compartiendo mesas de debate e intercambio en los últimos meses. A todos nos une, además de la edad, el circuito donde llevamos a cabo nuestras obras, que depende de la autogestión. Además de escribir, este grupo de dramaturgos aborda (en su mayoría) la obra también desde la propia dirección. Otro rasgo que puedo dilucidar al ver los recorridos de mis colegas, es que la mayoría hemos pasado por las enseñanzas de Mauricio Kartun (supongo que esto nos une también con generaciones pasadas). Con respecto al teatro que me interesa, o que busco con cada nueva creación, es el de un soporte que indague sobre el lenguaje. Pienso a la dramaturgia como un paso previo a la puesta en escena, al trabajo con los actores, como un pequeño colchoncito sobre el cual los actores saltarán y jugarán, posibilitando la aparición de poesía, resignificando el material original. Un mundo singular, con sus propias leyes.

Lucas Lagré: En lo personal me resulta difícil contestar y generar un sistema de categorías para un fenómeno que está en pleno proceso. Creo que hace falta tiempo para ver si la labor de los creadores jóvenes de la escena actual logra conformar un sistema medianamente uniforme que permita catalogarlos dentro del concepto de "generación". En principio, uno podría decir que algo que parece unificar a los dramaturgos de la década de los ochenta es la toma de distancia de ciertas concepciones sobre la escena que primaron desde fines de los noventa. Sin embargo (y creo yo, afortunadamente), cada uno de los directores ha tomado senderos distintos en la búsqueda de un lenguaje y un estilo autónomo. Frente a un panorama de cierta caída de referentes, creo que una buena forma de pensar la escena actual es a partir del concepto de diversidad, poniendo el ojo más en las distancias y en los desplazamientos que en los rasgos en común.

Agostina Luz López: Siempre es difícil hablar sobre una generación, qué tienen en común estas personas que tienen más o menos la misma edad y están escribiendo en este momento. Me cuesta decir qué es lo que compartimos, pero alguna vez escuché que alguien dijo la heterogeneidad y creo que es cierto. Hacemos todos cosas muy distintas y no estamos en una cruzada en común. Uno va compartiendo distintos intereses. Con unos, el lenguaje. Con otros, el gusto por una puesta en escena visual. Nos une cierta irresponsabilidad en el buen sentido, de poder ir hacia lo que queremos hacer y creo que con mucho trabajo y búsqueda personal. Cada uno está en el desarrollo de su mundo propio. El teatro que a mí me interesa lo veo cada vez más como un teatro hecho de palabras e imágenes visuales. Un teatro donde esas palabras no lo digan todo y donde esas imágenes creen puentes infinitos de resonancias que lleven a diversos lugares, que multipliquen los sentidos y los hagan estallar. Y muy importante, estar buscando siempre y encontrando, con suerte, eso que quiero contar, darle valor a la profundización, a la expedición, ir a cavar y cavar, hay mucho por descubrir siempre adentro de uno.

Francisco Lumerman: Es interesante pensar que si hay algo generacional que nos une tiene que ver con el contexto del teatro que se viene haciendo o el país en el que fuimos creciendo. Creo que es una época donde cada uno va desarrollando su poética en diálogo con las demás, pero por sobre todo impulsados por un deseo o interés personal que lleva a la construcción de poéticas individuales. Por supuesto que algunas están más cerca entre sí que otras, y es posible que eso esté relacionado con los espacios de formación, pero me cuesta pensarnos a todos con características generacionales similares. Sí creo que es una búsqueda de generar nuevas maneras tanto de producir como de expresar nuevas cuestiones que nos tocan o queremos pensar y comunicar nosotros. Es interesante sentir que somos nuevos puntos de vista encontrando nuevas formas de expresión.

Eugenia Pérez Tomas: Creo que la construcción de una identidad es un relato colectivo y forma parte de una conciencia histórica de generaciones. Emparentados emocionalmente a nuestros maestros y a nuestros pares, nos mudamos de roles. Se provoca respiración constante. Reconozco multiplicidad y singularidad en las poéticas que comparten medios de producción. En lo que hago, el esfuerzo, la oscuridad, el amor y el deseo están en juego. Expreso una forma de ver y de relacionarme. Lo que me atrae del teatro es ese retorno a lo conmovedor. La reconciliación con el acontecimiento. Escribo para la escena. Algo de lo que se produce primero en intimidad y luego en el afuera que no conozco, me fascina. De ahí puede que se desprenda mi inquietud, en esa distancia pequeña y abismal del estar vistiendo y desvistiendo voces.

Sol Rodríguez Seoane: Creo que hay una nueva generación de dramaturgos en plena gestación. El curso de la Escuela Municipal de Arte Dramático ayuda, ya que son 20 años y diez camadas de egresados de allí, circulando por el teatro contemporáneo. Las características no podría precisarlas, ya que somos jóvenes aún, y con suerte espero que nunca se puedan definir las características de nuestra generación, porque eso hablaría de una solidificación creativa. Personalmente pienso, como escribí en una de mis obras, que el concepto de juventud está sobrevalorado. Incluso pienso que el Premio Rozenmacher debería ser dado a los dramaturgos que sobrepasan los 36 años, y no a los jóvenes. Culturalmente hay una ansiedad por ser joven y tener éxito joven (yo a los 22 años estaba desesperada) y cada vez sostengo más que la madera se pone más hermosa con el paso del tiempo. A mis alumnos les digo: para cada cosa que quieran hacer, dense diez años como mínimo. Con hacer cuatro o cinco buenas joyas dramatúrgicas me doy por satisfecha en esta vida.

Mariano Tenconi Blanco: Creo que, de hecho, existe esa generación porque hay personas nacidas entre esos años que escribimos teatro, pero no sé si existe un rasgo generacional común. Yo particularmente admiro a dos autores nacidos en esa década, Ariel Farace (que tiene ya muchas obras estrenadas) e Ignacio Bartolone. Sus obras tienen un exquisito tratamiento del lenguaje (ambos son grandísimos lectores), una poética muy personal, que crea mundos con lógica propia, y ambos teatros son profundamente políticos y emocionales. A mí me interesa esa dramaturgia, una dramaturgia de súper fans de los libros, los discos, las películas; una escritura de búsqueda, una escritura que mira al futuro aunque no sepa qué es. Pienso que es necesario que los autores jóvenes pensemos en el futuro. Por eso me gusta el título de Novísima Dramaturgia. Como que hay algo más allá de lo nuevo, otra cosa. Y me interesa cuando esa "otra cosa" son autores que se piensan a sí mismos como artistas y lo que hacen es crear obras que son, a la vez, su programa político y estético. Espero que esos artistas sean lo novísimo. «


Nuevos dramaturgos

Patricio Ruiz:: –Independientemente de la generación a la que se pertenezca, creo que en la actualidad existe una revalorización del texto teatral que en los últimos años ha dado como resultado nuevas dramaturgias, nuevxs dramaturgxs, editoriales (Libros Drama, entre otras), concursos, premios y premiadxs. Venimos de un paradigma del que todavía queda mucha escuela en donde el texto funciona como excusa y la dramaturgia ha sido consecuencia del suceso y no premisa. Si algo debiera pensar de esta revalorización actual es que en su contenido la búsqueda de la forma para crear el fondo es tan amplia, maravillosamente diferente y particular que genera no solo un vínculo con lo discursivo, sino que expresa en su voluntad líneas de representación y espectacularidad. Esto sin dudas tiene que ver con infinidad de factores: el rol de dramaturgo/director, las escuelas que han sabido parirnos, una necesidad de ahondar y unir sobre aquel viejo dicho de "todo está hecho". En nuestro caso particular nos hallamos nuevos, y no tanto, dramaturgos/directores que nacimos con el final de una dictadura algunos y otros como en mi caso con el menemismo (me toco, me toco). Es por tanto un poco engorroso el límite y consideración de una "generación", no solo de mí mismo por el pudor que esto me pudiera provocar, sino también porque uno transita sin remera puesta, lo vive sin la perspectiva de "ser generación". Además nos atraviesa el exceso de información, el vínculo que se establece con esa información transforma, la percepción tan distinta que hace que cada cual hable de lo que cree que debe hablar sin que se asimile en nosotros una estética o tema, sino más bien una angustia (en mi caso) creativa que puede ser placer para otros, atravesada por el desgaste mismo de las diferentes pruebas teatrales. Adhiero a cierta idea de que somos una generación políticamente activa que frente a lo social ha tenido la suerte de vivir estos tiempos y criticarlos o al menos analizarlos desde su pluma. Que sin duda pertenecemos a una generación con accionar sociopolítico y discusión y que los que vengan, que espero que sean muchos y aún más diversos, dirán si fuimos o no una generación de dramaturgos o simplemente tipos y minas escribiendo teatro, que en el peor de los casos es lo que hacemos y disfrutamos.

Estímulos compartidos

Natalia Carmen Casielles: –Siempre va a existir una nueva generación de dramaturgos, porque siempre va a existir nueva gente que escriba teatro. Las nuevas generaciones tienen que ver con cierta identificación generacional, ya que la aglomeración de edades también está ligada a la aglomeración de estímulos culturales, sociales… que esa generación atravesó y atraviesa, y que ahora lo refleja en sus acciones, ya sea eligiendo películas, comprando libros, actuando o escribiendo una obra. Para mí es el teatro de la fragmentación, del fin de los grandes relatos, del artificio expuesto por la pérdida de inocencia. La "nueva generación" nació post dictadura, se crió con el menemismo, vivió la desilusión del 2001, y creció con la esperanza del kirchnerismo, le llegó en muy poco tiempo la tecnología, desde los noventa con el Family Game hasta la sobreestimulación de información y formatos, pasó por el pensamiento horizontal hasta llegar al pensamiento lateral y vertical de Windows, y en esa puja por lo que fue y por lo que es, se encuentra el teatro de la nueva generación: contando historias pero molestándose si no se las integra con algún componente que las corra de lugar. Mi teatro intenta narrar historias y mundos, personajes y sensorialidades, me peleo con el "no contar nada" o con el "todo es lo mismo", siento que es el único espacio en donde puedo construir algo, encontrarle sentido a las palabras y a los movimientos que se diluyen en la escena, y no voy a renegar justamente en ese espacio de la experiencia de narrar, aunque lo narrado sea tan sólo un destello interpretado de cien maneras diferentes

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