GOY, el musical
La Pausa es un pequeño pero simpático teatro del barrio de Almagro sobre la calle Corrientes. Todo es diminuto y alegre: el lugar para esperar que comience la función, el mostrador donde se puede comprar alguna bebida y por supuesto, la sala. Cuarenta y cuatro localidades y un espacio escénico mínimo. Lo único grande, muy grande, es el talento que se despliega cuando comienza la obra.
El texto del prolífico Sebastián Kirszner, con el aporte en las canciones de Sebastián Aldea, nos presenta un argumento original y divertido sin ser trivial. Al contrario, las desventuras del protagonista retratan un dilema ontológico. Daniel (Luis de Almeida) debe decidir sobre quien ser, cuando el entorno social donde ha construido su vida parece que ya ha decidido por él. En seis cuadros musicales, con su fiel cucaracha como compañera (Daniel Ibarra), unos inmigrantes camaradas de infortunio (Sebastián Aldea y Julián Calarco) y la dueña de la pensión donde vive (Mariela Kantor), Daniel le relata su tragedia a un amigo que llega para rescatarlo (Sebastián Marino), desde su actual domicilio de una pieza en Constitución. Y lo hace (lo hacen) con tanta gracia, ingenio, recursos vocales, actorales y musicales que el drama del personaje en cuestión se transita, a pesar de sus desdichas, con una sonrisa de principio a fin.
La dirección y puesta en escena de Kirszner es excelente, como también la música original de Aldea (en vivo) y la coreografía de Maler. Los intérpretes se lucen todos, aunque de Almeida e Ibarra se destacan por distintas razones. Los rubros técnicos son inobjetables y una mención especial merece el vestuario, no adelanto el por qué. Vaya y vea.
Si quiere ver algo realmente bueno en el teatro independiente, acérquese los lunes o los jueves a La Pausa. Goy, el musicaltiene nuestra más enfática recomendación. IMPERDIBLE
Redactor: Nicolás Decia
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